En esta investigación se pretende analizar las prácticas urbanas con relación a las áreas verdes, considerando la diversidad de prácticas y tomando en cuenta la perspectiva institucional y la experiencia de los habitantes.
Además de visibilizar la distribución desigual, la fragmentación social-espacial, las similitudes y las diferentes prácticas que se llevan en las áreas verdes urbanas de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). Al recuperar el concepto de prácticas urbanas nos referimos a las acciones que se llevan a cabo en dos dimensiones. La primera, es referirse al mundo macro o al mundo estructural, es donde influye las políticas económicas, sociales y urbanas que se establecen desde diferentes actores o instituciones, sean públicas, privadas ,mixtas o que provengan de la sociedad civil organizada.
Estás políticas tienen un impacto significativo en la vida de las personas. La segunda dimensión, se refiere al mundo micro, donde se establecen las relaciones sociales que se van transformando con un proceso continuo de interpretación, que tienen los sujetos con los lugares, es decir, son las experiencias, significados y emociones que se van adquiriendo a lo largo de la vida, dependiendo de las relaciones con otras personas, el espacio y el tiempo. Ambas dimensiones se entrelazan y se reconfigura entre sí con el paso del tiempo.
Cuando nos referimos a las áreas verdes, es hablar de aquellas áreas que proporcionen un equilibrio ecológico, refiriéndose a establecer una armonía entre la biodiversidad y las construcciones humanas, son espacios que proporcionan servicios ecosistémicos de abastecimiento, regulación, apoyo y cultural. Funcionan como hábitats para las plantas, animales y áreas de recreación para los seres humanos, pueden encontrarse en áreas urbanas, suburbanas y rurales. Sin embargo, en ocasiones puede ser confuso el término de áreas verdes, ya que se ubican en zonas porosas entre lo rural y lo urbano, no hay una clara distinción en ambas fronteras, donde la expansión del área urbana ha absorbido dichas áreas que presumían estar protegidas.
Este Reporte de Investigación que se presenta, coordinado por Priscilla Connolly y con la participación de Guénola Capron, José Castro, Leticia Juárez, Salomón González y Ruth Pérez, es un resultado del Proyecto de Investigación Automovilidades de la Ciudad de México que se ha desarrollado dentro del Área de Sociología Urbana del Departamento de Sociología y fue posible gracias al financiamiento de CONACYT. Se originó con la aplicación de una encuesta llevada a cabo entre 2,600 entrevistados en algunos medios de transporte público en la Ciudad de México, y que tuvo como propósito conocer los motivos por los cuales esas personas habían dejado de usar cotidianamente sus automóviles para trasladarse a sus trabajos, escuelas, o simplemente a actividades habituales. El objetivo de esta investigación fue el de averiguar cuáles fueron las motivaciones y las expectativas de esas personas para optar por el transporte público (Metro, Metrobús y Ecobici) y, sobre todo, la posibilidad de elaborar algunos elementos que les permitieran diseñar políticas públicas a favor de desalentar el uso del automóvil entre los habitantes de la Ciudad de México y lugares similares en el país.
La inseguridad ha sido un fenómeno que ha logrado diferenciar el territorio por las situaciones de autoprotección que genera entre los habitantes, transformándolo de manera gradual y creciente. El hecho de que la inseguridad y la violencia urbana sean vividas como situaciones cotidianas, y en consecuencia que generen prácticas que sobrelleven la existencia de la delincuencia, impide una adecuada calidad de vida, además afecta en el aprovechamiento de las oportunidades de desarrollo, del disfrute de muchos derechos que no pueden ser vividos por los habitantes, esta problemática nos habla de un problema social que no está siendo atendido de manera adecuada por las instituciones y las autoridades. La Zona Metropolitana del Valle de México es un espacio heterogéneo donde es importante que los gobiernos conozcan qué pasa con los habitantes y la delincuencia, cómo se vive y afronta la problemática de la inseguridad, cómo se perciben, y basados es esto plantear propuestas que ayuden a la sociedad en su conjunto en el camino hacia la prevención. Existe una asociación directa entre las sensaciones y las características de los distintos espacios urbanos, mientras unos gestan alegría, otros provocan temor y miedo porque posibilitan ser víctima. Así la percepción de inseguridad contribuye a profundizar la fragmentación de las ciudades desde las experiencias cotidianas. Esta investigación versa sobre la importancia de rescatar la percepción que tienen sobre la inseguridad los adolescente de un municipio metropolitano, así como describir las estrategias que emplean para procurar no ser víctimas de la delincuencia y, por otra parte, correlacionar el tipo de poblamiento con las formas de habitarlo y específicamente con las diferentes formas de experimentar e imaginar la inseguridad y estrategias implementadas para enfrentarla. Las investigación se realizó en el municipio de Tultitlán Estado de México en el año 2019, se trabajó con algunas de las colonias que lo componen, se eligió a los adolescentes, como el grupo de estudio, que asisten al escuela secundaria Juan 2 Ignacio Ramírez ubicada en la colonia Buenavista, se encuentran en un rango de edad de 14 a 16 años y cursan el tercer grado de nivel secundaria. El impacto de la inseguridad es relevante porque hoy los territorios experimentan barreras simbólicas derivadas de problemas de inseguridad que afectan los distintos usos de la ciudad, esto ha dado como resultado innovaciones interesantes (prácticas) en la significación de los distintos espacios urbanos. Se han dejado de realizar actividades que parecieran insignificantes, pero que expresaban pautas socioculturales de quienes habitan los territorios y formaban parte importante de la vida en la ciudad, porque configuraban lo cotidiano y contribuían a conformar un imaginario colectivo de la urbe. Es importante rescatar estas opiniones que recogen la visión de quienes están padeciendo procesos de cambio, que son ocasionados por la injusticia, la inequidad, la falta de información y las limitadas o inexistentes acciones de gobierno que realmente respondan a las necesidades reales de los ciudadanos.
En el presente trabajo se desarrolla un estudio de caso, que tiene como escenario uno de los pueblos urbanos que aún existen en la Ciudad de México: Xoco. Este territorio posee una de las 11 zonas patrimoniales localizadas en la Delegación Benito Juárez que, a pesar de las continuas transformaciones urbanas, aún conserva su riqueza identitaria y su valor histórico.
El periodo de tiempo en el que se contextualiza este trabajo es, de la década de 1980, a la fecha, ya que desde entonces, este territorio ha recibido una fuerte presión de cambio de uso del suelo que, progresivamente ha promovido su destrucción física, simbólica y social. Fue en el año 2000, Xoco se convirtió en un escenario importante de grandes proyectos urbanos, derivados de la globalización, que pretendieron revalorizar el suelo, al generar un cambio en las densidades y usos de la zona. En este tenor, en 2008 llega el megaproyecto Ciudad Progresiva, cuyo principal objetivo fue desarrollar una Torre de 60 niveles, destinada a promover vivienda, oficinas, comercios y servicios de lujo, acción que detonó un fuerte conflicto urbano entre los habitantes de la zona y los desarrolladores del proyecto que, a la fecha no ha podido ser conciliado por las autoridades de la ciudad.
El presente trabajo describe el impacto físico, social y simbólico en espacios locales e intenta comprender ¿Por qué hay un rechazo ciudadano a la construcción de megaproyectos? Partiendo del supuesto de que las identidades colectivas marcan pautas de aprobación y desaprobación hacia tendencias de la globalización.
El aporte de este trabajo es que, a pesar de que Xoco posee una identidad fragmentada y compleja, producto de la globalización económica, que ha avanzado en detrimento de las identidades colectivas tradicionales, también ha inducido el surgimiento de identidades modernas interesadas en conformarse como una ciudadanía activa, informada e interesada en lo público y en la exigibilidad y el cumplimiento de los derechos ciudadanos, capaz de incidir en la creación de mecanismos de inclusión social y transparencia en la toma de decisiones en materia de desarrollo urbano.
En la Ciudad de México, al igual que otras ciudades latinoamericanas, se han producido en los últimos años, importantes cambios en la lógica del urbanismo, en los comportamientos de la población, en la interacción social y en el uso del espacio público en la ciudad, como los que se enuncian en el Cuadro 1. Esta cuestión se encuentra ampliamente vinculada al incremento en la percepción de inseguridad y miedo que se ha instalado en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, orientando su conducta y sus acciones tanto en relación a los otros como en relación con el entorno que habitan.
El sin número de incertidumbres que impregnan las relaciones socio- espaciales de los habitantes de la ciudad, y forman parte constitutiva de las mismas, se pueden asociar con la idea generalizada, adoptada por buena parte de la población de que vivir en ciudad es llevar una vida cargada de violencia. Como sostiene Cisneros (2008), los constantes y crecientes índices delictivos de los últimos años y las desagradables experiencias cotidianas vinculadas con la violencia e inseguridad, han propiciado un incremento en la sensación de temor y percepción de inseguridad, que ha sido avivada por los medios masivos de comunicación y electrónicos, en los que la ciudad aparece como un lugar caótico, de violencia extrema, inhabitable, inabarcable e incontrolable.
La percepción de miedo sobre la ciudad en general y sobre el espacio público en particular, ha generado un efecto depredador de la dinámica de la vida cotidiana de la ciudad, en tanto que ha implicado una reconfiguración en las formas de uso y apropiación de la misma, pues al exacerbarse la sensación de peligro y el temor social a la ciudad, se posibilita la multiplicación de conductas, en cierto sentido paranoicas, que promueven la fragmentación socio-espacial como mecanismo de protección.
La historia de la Cuenca del Valle de México es la historia de la ciudad, las inundaciones y el desabasto del agua reflejan la realidad contradictoria que existe en esta región. El gobierno mediante la creación de la Comisión Nacional del Agua y la Ley Nacional de Aguas, establece los principios y estrategias que se deben seguir en el manejo, uso, administración y reutilización del recurso. Los llamados Consejos de la cuenca, creados desde la perspectiva de la Gestión Integral de los Recursos Hídricos, fomentan la cultura del agua y la participación de los distintos actores sociales en el análisis de la problemática. En el marco jurídico que existe en torno a la regulación de este recurso se exalta la importancia de la coordinación y concurrencia de los distintos órdenes de gobierno, pero la falta de instancias que ejecuten las acciones a distintas escalas complejiza el problema. A nivel local, en los pueblos donde se habita población de escasos recursos, existen manantiales y pequeños ríos, que son valorados por la población originaria porque forman parte de su historia de vida y por qué estos los dotan de agua. En San Pablo Chimalpa y Zacamulpa, hay experiencias de gestión comunitarias entorno a la administración del agua que deben de valorarse y evaluarse. En este trabajo se analizará la gestión como proceso que politiza el problema del agua y a los actores involucrados. A pesar de las diferencias administrativas donde se encuentran los pueblos mencionados, la gestión del agua tiene más semejanzas que diferencias lo que refuerza la idea de la naturaleza metropolitana que tienen ciertos fenómenos. Por otra parte, también se debe señalar que desde los pueblos no se identifica una referencia a la cuenca y a los otros niveles de actuación.
En el Estado de México, se ha adoptado una nueva modalidad de urbanización formal que se caracteriza por su novedosa forma de planificación y organización del espacio, en específico, se habla de los llamados Conjuntos Urbanos, que en los últimos años han sido priorizados de manera conjunta entre las autoridades estatales, municipales e inmobiliarios privados, como la alternativa, sino es que la única opción, en cuanto a la producción formal de la entidad mexiquense.
Una modalidad que ha venido a remplazar y limitar el acceso a otras ofertas de producción formal de suelo, como lo fue en su momento, la figura del fraccionamiento que por décadas fue el medio por el cual se incorporaba suelo urbano de manera formal –e informal– a la entidad. Sin embargo, con el paso del tiempo el fraccionamiento se convirtió en una modalidad que se volvió poco compatible no sólo con la nueva forma de concebir el ordenamiento urbano de la entidad, sino también de favorecer el negocio de la construcción y de aquellas actividades ancladas a este sector. Para ello, fue indispensable crear una nueva figura jurídica denominada Conjunto Urbano, con la intencionalidad de establecer una nueva y compleja lógica de “cómo hacer ciudad”.
La figura de conjunto urbano fue incorporada por primera vez a la Ley de Asentamientos Humanos del Estado de México (1993), la cual se reguló bajo la misma estructura normativa de la modalidad del fraccionamiento, sin embargo, con el nuevo marco jurídico que representa el Código Administrativo del Estado de México (2001), se limita el acceso a otras ofertas de suelo y por consiguiente, configura al conjunto urbano como una modalidad de urbanización dominante en la entidad mexiquense. Y para fines de esta investigación, se parte del supuesto de que el nuevo marco normativo caracterizado por simplificar y facilitar la incorporación de suelo urbano, vía conjunto urbano, ha propiciado el boom habitacional de la entidad.
Un boom habitacional que se concentra en determinados municipio de la región del Valle de México, principalmente impulsado por los desarrolladores inmobiliarios quienes se han encargado de tener una fuerte participación en la producción de vivienda de interés social y cuya expresión en el territorio, es la conformación de conglomerados urbanos de grandes dimensiones físicas y amplia repercusión social; sobre todo, porque esta oferta habitacional se localiza cada vez más alejada de los principales centros urbanos y en espacios de grandes contrastes y carencias en cuanto ofertas de empleo, acceso a servicios, equipamientos, infraestructura y oportunidades de desarrollo para la población que hoy día es atraída a estos espacios por la oferta habitacional que en ellos existe.
El presente estudio parte de una reflexión sobre los objetivos e instrumentos de la planeación, así como el papel que ésta plantea para las cuestiones culturales que atraviesan la sociedad y específicamente para el tema de las identidades locales. La cuestión que rige la presente reflexión gira alrededor de los límites de la planeación y plantea un cuestionamiento sobre si una de las raíces de éstos es precisamente la escasa valoración que se dio de los actores y las identidades locales. Partiendo de esta la hipótesis, el estudio pretende investigar cómo la observación de los efectos espaciales referidos a las identidades presentes dentro de un territorio puede contribuir a enriquecer y legitimar la planeación local; y en su caso, cómo sea posible integrar este tipo de investigación a la práctica planificadora. Por ello, nos interesa la perspectiva que analiza tanto los procesos como el imaginario social que contribuyen a dicho plan. Paralelamente se reflexiona sobre las modalidades a través de las cuales se puede incluir el tema de las identidades locales en los procesos de planeación y gestión del crecimiento urbano.
El estudio se desarrolla bajo el supuesto de una estrecha relación entre procesos sociales y producción del espacio, es decir, se considera el espacio como producto social. Sin embargo, una revisión de los razonamientos elaborados por diferentes autores (Lefebvre, Coraggio, Harvey y Wallerstein) acerca de la relación entre espacio y sociedad, así como la introducción de la variable temporal (entendida en su dimensión tanto sincrónica como diacrónica de los procesos) nos llevan a reflexionar acerca del concepto de territorio.
Cabe evidenciar que en el contexto contemporáneo, tan fuertemente condicionado por procesos globales, el estudio de las identidades territoriales ofrece una perspectiva para observar la relación entre éstos procesos y la dimensión local.
Por ello, pese a que no se plantea este tipo de enfoque para un territorio o una parte de la ciudad específicos, la ubicación del caso de estudio en la periferia urbana a poniente del Distrito Federal introduce ulteriores elementos que habrá que tomar en cuenta. La investigación se ubica en Huixquilucan, Municipio conurbado de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), mismo que unas veces se le reconoce como espacio urbano y otras como espacio rural.
Así planteado, el trabajo se desarrolla alrededor de dos ejes: las identidades y la planeación (en el contexto de la relación entre lo “urbano” y lo rural), a través de dos 2 temas que permiten vincularlos; los actores sociales y el territorio.
La ciudad para los habitantes, de acuerdo a su imaginario urbano, es una serie de espacios dispersos en delegaciones como Coyoacán, Tlalpan, Benito Juárez y Cuauhtémoc. En ese sentido, la ciudad que se plasma en los estudios urbanos sobre el tema, se refiere a estas demarcaciones; las exploraciones de la cultura urbana, prácticas, consumo y usos de la ciudad han privilegiado este territorio de la ciudad. En algunos casos, se han extendido un poco más hacia la periferia abarcando áreas como Iztapalapa, Xochimilco, Milpa Alta y Tláhuac e incluso, parte de lo que ya constituye el área metropolitana de la ciudad como Chalco y Nezahualcóyotl.
Sin embargo, un espacio que no aparece ni en la representación de los habitantes, ni en la investigación urbana y menos aún en la literatura sobre el tema es el espacio del norte de la ciudad a pesar de su colindancia con el área central (Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo). Si nos guiamos por el testimonio que va quedando en las crónicas, reseñas y etnografías sobre la ciudad pareciera un espacio no habitado, no comprendido en las prácticas, usos e imaginarios que de la ciudad construyen, incluso sus mismos habitantes.
El trabajo de investigación que se presenta corresponde a la conclusión de los estudios de maestría en Planeación y Políticas Metropolitanas en la Universidad Autónoma Metropolitana y a un interés por el tema, la expansión urbana en los pueblos de la periferia de la Ciudad de México.
El tema del crecimiento urbano periférico ha sido abordado por los estudiosos urbanos desde diferentes perspectivas, tales como la formación de asentamientos irregulares, la conformación de distintos tipos de poblamiento, el proceso de urbanización en propiedad ejidal (principalmente), el análisis de las políticas de suelo, etc.
Sin embargo, desde la década de los ochenta se percibe un mayor interés por conocer la relación campo-ciudad en torno a la expansión del área urbana, debido a las tendencias de crecimiento urbano periférico, pues para la década de 1970-1980 estaba ocupada por las colonias populares que representaron el 56% del crecimiento total, seguido de los conjuntos habitacionales con el 18% y las colonias residenciales medias 8%. En la década de 1980-1990, el porcentaje de las colonias populares fue del 61%, los pueblos conurbados representaron el 19% , los conjuntos habitacionales el 8.5% y las colonias residenciales tipo medio ocuparon el 6% de la superficie urbana (Cruz, 1997; 14).